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Muchos sueñan con alcanzar fama y riqueza, como si eso lo fuese todo, pero la siguiente historia nos muestra que teniendo aun estas cosas una persona se puede sentir el ser más desdichado, hasta que conoce a Aquel que de verdad si puede llenar su corazón de dicha, paz y amor, porque...

Milagro en la vida de Puños de Hierro

Henry Armstrong nació en Columbus, (EE.UU.) el 12 de diciembre de 1912, miembro de una familia campesina numerosa (tenía 10 hermanos). La vida allí era muy difícil en especial para su familia que por ser de piel oscura, eran tratados con mucho desprecio. En esa época los encapuchados del Ku Klux Klan (extremistas racistas y asesinos) colgaban a los negros de los árboles y los utilizaban de piñata.

Bajo aquella situación, tristemente es vez de recibir ayuda de los que se hacían llamar cristianos, el pequeño Armstrong observaba como todas las semanas pasaba “el pastor” (figura religiosa no bíblica, muy común en muchos movimientos evangélicos) a visitar su casa, y siempre se quedaba a cenar, lo que implicaba que a uno o más de los niños (inclusive él) se quedara sin una comida ese día. Debido al mal testimonio de estos religiosos aquel niño comenzó a desestimar la Palabra de Dios.

CRECIÓ DANDO PUÑOS

Su madre murió cuando tenía apenas 6 años y al poco tiempo su padre enfermó, así su familia tuvo que escapar del campo y se trasladó a San Luis, Misuri. Allí él se inició en el trabajo ferroviario para poder llevar algunos dólares a su casa, pero como en su barrio había muchos muchachos peleones y él tenía muy mal carácter, diariamente estaba envuelto en peleas. Así creció él, peleando casi todos los días, pero en una ocasión observando en un viejo periódico cuanto podía ganar un campeón mundial de boxeo, en comparación a lo que él ganaba (para sostener a su padre y hermanos) decidió tomar el camino de los puños y  así se abrió paso "a golpes" hasta llegar a corto plazo a lo que llaman "boxeo profesional".

UNO DE LOS MEJORES DE TODOS LOS TIEMPOS

Debutó a los 18 años en el boxeo profesional, y rápidamente alcanzó gran fama, siendo campeón a los 25 años (fue el primer pugilista de la historia en ganar  tres campeonatos en distintos pesos), le dieron diversos apodos "Puño Fuerte", "Puño de Hierro", "Homicide Hank" o "Hurricane Hank",  porque "enfrentaba a sus rivales lanzando golpes sin frenar siquiera por un segundo, asfixiándolos con su acoso, con una resistencia sobrehumana y una voluntad para ir al frente que nadie podía igualar. No solamente era uno de los púgiles que más golpes tiraba por round, sino que era capaz de recibir un castigo mucho mayor al de cualquier otro sin siquiera inmutarse".

Se convirtió en un ídolo de multitudes, que le ovacionaban y llenaban los recintos donde él peleaba. Era una superestrella de ring, uno de los mejores boxeadores de todos los tiempos. Llegó a establecer récords sorprendentes como  pelear en 27 ocasiones en un año ganando todas las peleas y de ellas 26 por nocaut.

DERROTADO POR EL PECADO

Aunque él en su carrera boxística de más de quince años, ganó millones de dólares y les compró casas y autos a su padre y hermanos sacándolos de la pobreza, su fortuna personal se diluyó rápidamente a causa de su vida desordenada, hundida en los placeres del pecado.

Él buscó en el boxeo un escape, para su corazón vacío y lleno de amargura y rencor, descargando toda su furia contra sus contrincantes. Pero, como aquello no le llenaba, ni tampoco la fama, entonces se hundía en el licor, las mujeres... y después despertaba sintiéndose mucho peor, atrapado en un círculo sin salida.

OCURRIÓ UN MILAGRO

Después de retirarse definitivamente del boxeo, con más de 180 combates, en su mayoría triunfos (con más de 100 K.O.) llegó a viajar por China, Birmania e India entrenando soldados. Pero su alcoholismo le siguió causando problemas hasta que fue arrestado en Los Ángeles (EEUU). Allí un juez le llamó la atención diciéndole “¿No entiendes que desilusionas a todos los niños que alguna vez quisieron seguir tu ejemplo?” Entonces ocurrió algo milagroso, al entrar en su auto, encontró allí una Biblia, la leyó y la Palabra de Dios le quebrantó, así él arrepentido de sus pecados, reconoció que el odio, los vicios, las peleas y la fornicación le habían ganado la pelea de la vida, pero que Cristo, aquel que murió en la cruz por el más vil pecador, podía libertarlo y darle la mayor victoria de su vida, la victoria sobre el pecado. “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”  (Juan 8:36).

Así aquel hombre sorprendió a la gente del mundo del boxeo, al cambiar radicalmente, de un ser agresivo y "peleón", que parecía una fiera, a una oveja, una persona mansa y amable. Él se dedicó a predicar el evangelio y ayudar al prójimo especialmente a los niños y jóvenes de los barrios pobres. Un analista de boxeo no cristiano expresó: “¡Su mayor victoria fue su Fe en Dios!”.

Henry Armstrong partió a su patria celestial en 1988, la transformación que ocurrió en él, es un mensaje notorio, de que la fama y el dinero no pueden hacer milagros, sólo Cristo lo puede hacer, porque para Dios no hay nada imposible.

 

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